Páginas

jueves, 15 de abril de 2010

El valor de la escuela

Varios indicios y varios enfoques explican el título y el tema del presente artículo. Y es que, a pesar de los discursos, la retórica clásica que suele predominar acerca de la importancia que tiene la educación para el país y su desarrollo, hay señales de que, una vez más, “…del dicho al hecho hay mucho trecho”.

La escuela no es un lugar de trabajo atractivo.

En primer lugar, como ya hemos argumentado en otros artículos, la escuela como lugar de trabajo no está en el primer lugar de las preferencias y esto es observable en la demanda de cupo anual que los bachilleres expresan por la carrera docente. De hecho, hay escasez de estudiantes en muchas de las especialidades de tercera etapa de Educación Básica y de Educación Media, y la escasez de profesores en esos niveles es crítica. Igualmente, como ya se ha dicho en esta misma columna en anteriores oportunidades, los bachilleres con mejores promedios en sus estudios no suelen seleccionar la docencia como carrera. La escuela como lugar de trabajo no parece ser muy atractiva y la carrera relacionada con la docencia tampoco. El valor de la escuela como sitio de desempeño profesional no parece muy alto.

El ausentismo de los alumnos aumenta y alarma

Por otro lado, observaciones realizadas en los dos últimos años por el Centro de Investigaciones Culturales y Educativas (CICE) en escuelas oficiales, tanto urbanas como rurales de 4 estados de Venezuela, se ha podido constatar un considerable aumento del ausentismo de los alumnos de todos los grados. Las ausencias alcanzan un 27% mensual en 30% de los alumnos de las escuelas observadas. Esta situación también ha sido reportada por estudiantes del Doctorado en educación de la UCV, referidas a sus propias observaciones en escuelas del área metropolitana, en el marco de sus investigaciones para sus trabajos de grado, según nos comunicó la doctora Nacarid Rodríguez, profesora de esa universidad y directora de dichos trabajos de grado. Tal ausentismo puede tener explicaciones diversas, como enfermedades, mudanzas familiares y otras contingencias inevitables. Pero cuando se dan de manera reiterada y frecuente, cabe preguntarse si no se está produciendo una pérdida del valor de la escuela. Porque no es sólo que el alumno pudiera no estar asistiendo porque se aburre en clases. La ausencia, reiterada y de manera regularizada, no parece inquietar a las familias ni a los representantes. Todo parece indicar que ni a los alumnos ni a sus familiares les parece demasiado importante ir todos los días a clases. No existen estudios que permitan verificar si estas hipótesis son acertadas. Pero urge al menos constatar el hecho y adelantar explicaciones para, como mínimo, provocar angustia y acciones en quienes tienen la responsabilidad de garantizar la asistencia escolar de todos los niños, niñas y jóvenes en edad escolar.

La posición oficial: Poco se refiere a la escuela

Recientemente, con motivo de las expectativas generadas por la noticia de que las autoridades nacionales introducirían un proyecto de ley orgánica de educación, los ministros del ramo acudieron a la Asamblea Nacional e introdujeron, haciéndolo público, un documento que contiene “Un conjunto de ideas para la elaboración de la Ley Orgánica de Educación” según reza dicho documento. Allí se esbozan grandes líneas que se supone orientarán la ley en cuestión, referidas a 1) La educación como derecho humano, 2) el Estado docente, 3) la pertinencia de la educación, 4) el papel de los medios de comunicación, 5) el papel de las misiones y 6) la estructura del sistema educativo.

En el documento se menciona la palabra escuela 8 veces. 2 de ellas son definiciones o concepciones. El resto de las menciones ese ubica en frases como “Relación escuela-comunidad”, por ejemplo.

Definiciones y conceptos poco educativos

En la primera definición, la escuela se concibe como“…espacio para la construcción del poder popular, democratizando el saber, desarrollando la soberanía cognitiva de los ciudadanos y ciudadanas en el caserío, urbanización o barrio” (pág.3). Esta concepción no menciona a los niños ni a los jóvenes. Se trata de un concepto abstracto y, sin duda cargado de una perspectiva más de desarrollo político que no aclara la función de la escuela ni orienta a los docentes acerca de su misión y sus responsabilidades concretas y apegadas a su especialidad profesional.

Más adelante se encuentra otra definición de escuela en los siguientes términos: “Se asume a la escuela como el centro de interacción comunitaria, hoy enriquecida con el desarrollo de la educación popular y los espacios alternativos, donde se define a la comunidad como centro del quehacer educativo que trasciende la estructura física de la escuela tradicional” (p.5). Aquí sucede lo mismo. Los alumnos dejan de ser el centro de la atención escolar y su lugar pasa a ser ocupado por la interacción comunitaria. Por muy bien intencionadas que sean estas definiciones, están lejos de la realidad, pero sobre todo dejan el sabor de cierto desprecio por lo que es la escuela en su realidad cotidiana. Un sitio para que los niños aprendan y para que allí trabajen docentes especializados en atenderlos bien y llevarlos hacia una escolarización exitosa. El valor de la escuela como tal se debilita al establecer a la comunidad y no a los niños y jóvenes como centro del quehacer educativo.

La escuela desviada y alejada de sus responsabilidades con sus alumnos

La construcción del poder popular no es la principal responsabilidad de la escuela. Y el quehacer educativo no puede dejar de tener como centro a los alumnos. Desvirtuar la función de educadora de niños y jóvenes que tiene la escuela, calificándola despectivamente de “tradicional”, debilita el valor de la escuela real. Pareciera no valorar lo que hoy hacen cientos de miles de docentes y hasta puede hacerlos sentir avergonzados por no saber hacer eso de ser “el centro del quehacer comunitario” y “construir el poder popular”, con sus alumnos de preescolar o de tercer grado, durante sus clases de lengua o de matemática, por ejemplo. El valor de la escuela se debilita como lugar de trabajo, como sitio de aprendizaje y de satisfacciones para docentes y sus alumnos y como centro del quehacer educativo según la concepción oficial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario