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jueves, 31 de enero de 2013

La Educación escolar en Venezuela


Este documento es viejo pero creo que tiene algo de actualidad y de interés para los fanáticos del tema.

Mariano Herrera

En este trabajo se tratará exclusivamente el tema de la educación escolar y no todo lo que abarca el tema educativo. Se presenta en una primera parte una serie de postulados de base acerca del “para qué” de la educación y la educación que queremos. Luego se pasa a un breve diagnóstico que permita identificar los problemas más críticos que, de ser solucionados, se mejoraría notablemente la eficacia del sistema educativo. Por último se plantean algunas soluciones que pretenden abarcar algunos de los factores desencadenantes de las transformaciones necesarias.

EL PARA QUÉ O LOS FINES DE LA EDUCACIÓN
La educación es, a la vez, un fin en sí mismo y un medio o un instrumento. Es un fin en sí mismo porque es mejor educarse que ser ignorante, es un bien, es un valor, algo por lo cual vale la pena hacer sacrificios. El objeto de muchas críticas, pero nadie quiere deshacerse de ella.
Es también un canal de movilidad social que garantiza la igualdad de oportunidades. Es también el factor que mejor protege contra la pobreza. Y esto es una particularidad de nuestro país.
En efecto, cuando se estudia en los países en vías de desarrollo, y al particular en los más pobres, cuál es el factor que más se asocia al hecho de ser pobre, aparece el hecho de ser mujer (en África o en Asia), el hecho de vivir en el medio rural, el origen étnico o el tipo de empleo que se tiene. En Venezuela los más pobres tienen como común denominador el bajo índice de escolaridad, es decir, el bajo número de años de estudio aprobados. Mientras menor sea el número de años de estudio aprobados, más probabilidades hay que una persona sea pobre. Por el contrario, a mayor número de años de estudio, más difícil es estar en el nivel de pobreza (Riuttort, 2000).
Por supuesto que la educación no lo puede todo. Aun cuando la mayoría alcance altos niveles educativos, si la economía no es suficientemente eficiente ni orientada hacia la proliferación de empleos productivos y bien remunerados, el rol social de la educación se ve obstaculizado por el contexto económico.
Hay pues que estar claros: la educación sí puede cambiar la sociedad pero no lo puede todo.
FUNCIONES CONTROVERSIALES
La educación también está para otras funciones que la sociedad le encarga. Podríamos enumerar al menos dos de ellas: la primera es la de conservación y transmisión del patrimonio de la humanidad. La segunda es la de garantizar la igualdad de oportunidades y; si se quiere, “proteger” contra la pobreza.
La misión de conservación ha sido altamente cuestionada. Ha sido descrita como reproducción de las desigualdades y perpetuadora de la injusticia. Y no sin razón.
Es cierto que la función ejercida por la educación en países europeos, hasta bien entrada la década de los 80 del siglo XX, si bien elevaba el nivel educativo promedio de la población, no contribuía suficientemente a la movilidad social. Los oficios y las profesiones eran prácticamente heredados, con lo cual la igualdad de oportunidades se convertía en un fracaso. Es decir, independientemente de la cobertura masiva, los hijos de los obreros seguían siendo obreros, los hijos de maestros y profesores se convenían también en maestros y profesores y los hijos de profesiones liberales seguían el camino de sus padres.
El caso de Venezuela no ha sido así. Desde que se empezó con la masificación de la educación, que tuvo su auge en la década de los 60, hasta el inicio de la década de los 80 del pasado siglo XX, la movilidad social ligada a la educación es innegable. La población económicamente activa pasó de un promedio de tres años de escolaridad por habitante en 1963 a un promedio de más de siete años a finales de la década de los 80.
El aumento de los años de estudio de la mayoría de la población, asociado a los beneficios de la distribución de la renta petrolera a través del Estado hizo crecer a la clase media y, sobre todo, cultivó las esperanzas de los más desfavorecidos, quienes veían a su alrededor el progreso social, el aumento del nivel educativo de sus hijos y de muchos otros del mismo medio social.

Lamentablemente, el desempeño actual de nuestro sistema educativo está teniendo efectos negativos al producir desigualdades en las oportunidades de egreso, y no tanto de acceso o de cobertura. El enfoque conservador de toda educación está más relacionado con la herencia cultural que con la rigidez de las estructuras sociales. Toda sociedad tiene interés en conservar su memoria cultural, transmitir sus creencias, sus valores y los conocimientos. La sociedad de hoy no escapa de esa necesidad universal. Y la educación tiene el rol de transmisión del patrimonio cultural de la nación y de la humanidad.
Conservación, transformación social, protección contra la pobreza son misiones de la educación y funciones del sistema educativo, más exactamente de la escuela. Ciudadanos educados, capaces de insertarse y, al mismo tiempo, de transformar la sociedad, con sentido crítico y espíritu productivo son los productos que la escuela debe garantizar. Pero, sobre todo, debe hacerlo con equidad, asegurando el máximo de igualdad de oportunidades. Produciendo valor agregado, es decir, logrando que los niños procedentes de los sectores más desfavorecidos alcancen masivamente los beneficios cualitativos de la educación.

EQUIDAD Y CALIDAD
Queremos una sociedad económicamente productiva, socialmente cohesionada, culturalmente amplia y tolerante con una población capaz de adaptarse a cambios y a  exigencias cada vez más frecuentes y mayores y capaz de adaptar la sociedad a las exigencias de participación y de mejora de la calidad de vida de los ciudadanos.
Las personas necesitan herramientas prácticas, hábitos y disciplinas individuales y competencias capaces de insertarse en un mercado de trabajo complejo y que necesita de iniciativas individuales, trabajo en equipo, responsabilidad individual y colectiva, eficiencia, eficacia y productividad. Necesitan tener poder y criterios suficientes para transformar la sociedad o conservarla según las opciones culturales y políticas que cada momento histórico experimenta. La sociedad necesita personas equilibradas, respetuosas y consideradas con los demás, conscientes de sus responsabilidades con el medio ambiente incluyendo vecindario.
Que la educación logre esos objetivos es un asunto de calidad.
Que lo logre con todos sus alumnos sin diferencias por el origen social ni de género ni de ninguna índole es un problema de equidad. Calidad y equidad son pues los dos problemas fundamentales de nuestro sistema educativo.

EN QUÉ ESTAMOS
En cuanto a la equidad, estamos en una situación de severo deterioro en el funcionamiento del sistema educativo. En la década del inicio de la democracia y hasta mediados de los 80 del siglo XX, se progresó de manera considerable. Pasamos de tres a más de ocho años de escolaridad promedio para la Población Económicamente Activa (PEA) y la cobertura de la primaria se completó casi en un 100 por ciento de la población con la edad correspondiente. Pero, Venezuela tiene serios problemas con la cobertura escolar para los más de catorce o quince años. Es pues aquí donde hay que hacer esfuerzos para mejorar el funcionamiento del sistema. Porque quienes abandonan el sistema o son expulsados por la escuela antes de culminar el nivel obligatorio, es decir, antes de cumplir quince o dieciséis años y con menos de noveno grado de Educación Básica, son justamente quienes más necesitan del máximo de años de estudio para disponer de los atributos requeridos para insertarse productivamente a la sociedad. Y lo que está sucediendo es lo contrario.
El promedio de años de estudio por habitante de la PEA es actualmente de poco más de ocho años. Es decir, la mayoría no alcanza noveno grado. Pero la desigualdad hace que el 20 por ciento más pobre sólo alcanza 5,6 años de estudio. Es decir, no pasa de sexto grado.
Sólo alcanzan más de l0 años de estudios los descendientes de quienes también alcanzaron esos niveles educativos, mientras que los descendientes de quienes tienen menos que primaria, tampoco logran pasar de sexto o séptimo grado.

EQUIDAD
El sistema educativo logra matricular a casi todos los niños en edad escolar: 95 por ciento para 2001 (MECD: Memoria y Cuenta, 2003). Pero sólo hasta que cumplen doce o trece años de edad. Es decir, existe un problema esencial que es el fracaso escolar. Ahora bien, cuando se habla de fracaso escolar generalmente se entiende que quien fracasa es el alumno: éste es aplazado, luego repite una o dos veces algún grado o año durante su trayectoria escolar, y finalmente es expulsado del sistema o él mismo lo abandona. Pero cabe preguntarse, si la cifra de fracaso es tan alta que el promedio de escolaridad es lo bajo que es, ¿fracasan todos esos muchachos?, ¿son todos incapaces por razones individuales?, ¿los problemas sociales deben resolverse antes de que la escuela pueda cumplir con su misión de garantizar la equidad?
LA EQUIDAD DEPENDE TAMBIÉN DE LA CALIDAD
Es obvio que no todo es atribuible a los niños y jóvenes. Tampoco tiene toda la culpa el origen social del niño ni la situación actual de la familia. Cuando se indaga acerca de las causas de la deserción escolar, es obvio que la primera razón es la situación económica de las familias. Los niños abandonan la escuela porque el costo de oportunidad es muy elevado y difícil de pagar durante diez a doce años, por muy gratuita que sea la matrícula escolar en las escuelas oficiales.
Para enviar un niño a la escuela hay que cubrir gastos de comida en la escuela, de transporte y de misceláneos cada cierto tiempo, como cuadernos, bolígrafos, etc. Dada la crisis económica, el desempleo y el aumento de la pobreza en los años recientes, a muchas familias les resulta cuesta arriba cubrir dichos costos y terminan retirando a sus hijos de la escuela, para incorporarlos a labores de la economía informal. Por ello, es vital disponer de programas sociales como el Programa Alimentario Escolar (PAE), becas para alumnos de tercera etapa y educación media (lo que comúnmente se conocía como secundaria), subsidio al transporte, uniformes y útiles escolares.
Pero los programas sociales tampoco son suficientes. Un estudio reciente (González, 2000) mostró que la mayoría de los desertores tienen como común denominador no sólo el hecho de pertenecer a familias pobres sino el hecho de haber sido repitiente antes de abandonar la escuela. De modo que es posible atacar la deserción con programas educativos. Dicho de otro modo, evitando la repitencia, se evita la deserción. Y ¿cómo evitar la repitencia? Los alumnos repiten porque no alcanzan el rendimiento mínimo para pasar al grado siguiente. Pero no todo es atribuible a los alumnos. Muchas veces lo que se observa es una inadecuada enseñanza por parte de los maestros que no utilizan métodos pedagógicos adecuados.


ORIENTAR LAS POLÍTICAS PÚBLICAS
Para orientar las políticas públicas hacia un mejoramiento efectivo de la calidad de la educación, y para que éstas a su vez tengan incidencia en la equidad, permitiendo que los alumnos más pobres alcancen el mismo número de años de escolaridad que los menos pobres, es necesario tener en cuenta la secuencia causal anterior: métodos de enseñanza inadecua- dos producen bajo rendimiento, lo cual produce repitencia y los repitientes terminan por abandonar la escuela prematuramente. El bajo rendimiento y la repitencia son manifestaciones del fracaso escolar, es decir, del fracaso del sistema educativo, incapaz de lograr que todos los alumnos culminen los años de estudio obligatorios, como mínimo.
Evitar el fracaso escolar debe ser pues la prioridad ¿Cómo hacerlo?1
Toda la evidencia científica basada en estudios empíricos sobre la calidad de la educación indica que el elemento más determinante es evidentemente el maestro. Pero también es indispensable fortalecer el desempeño total de la escuela y no sólo de los docentes (para una muestra de la amplia literatura sobre el tema, consultar la documentación en www.rinace.org).
Mejorar el desempeño de los maestros y de las escuelas es indispensable para alcanzar el objetivo planteado de evitar el fracaso escolar. Y, ¿acaso esto no se ha hecho? Pues obviamente que sí se ha intentado. Lo que más se ha tratado de lograr es aumentar el nivel de los maestros y profesores. Entonces, ¿por qué no se ha logrado mejorar? Las razones son varias, algunas muy complejas. Enumeraremos las que considerarnos más críticas.


1. La carrera no es atractiva. Sólo la escogen quienes no tienen otra opción por sus bajas notas en bachillerato. Salvo escasas excepciones, sólo los bachilleres que saben que no serán aceptados en otras carreras por su promedio de calificaciones, optan por estudiar educación. Esto produce que el nivel de la carrera sea bajo y en consecuencia que, al graduarse, el nivel de los egresados tampoco sea satisfactorio. Hacer más atractiva la carrera docente, mediante condiciones de trabajo mejoradas, se hace imperativo.

2. Las universidades no especializan suficientemente a los docentes que forman. Estudios recientes (Herrera, 2000) muestran que los planes de estudio de las universidades que ofrecen la carrera de educación no forman con el nivel de especialización que exige el oficio. Escasez de materias prácticas, teorías poco relacionadas con el ejercicio real de la profesión, exceso de “modas” seudoteóricas no ayudan a los egresados frente a alumnos en salones de clase reales. Las antiguas escuelas normales ofrecían herramientas pedagógicas que se adaptaban mejor a las realidades de las aulas con métodos de enseñanza efectivos. Urge retomar este enfoque e incorporarlo a la formación universitaria.

3. Se puede entrar a ejercer sin ser graduado. Priva el aprendizaje empírico sobre el universitario. Muchos maestros, hoy poseedores de títulos universitarios que los acreditan como docentes, iniciaron sus estudios después de haber empezado a trabajar como docente. De modo que primero aprendieron empíricamente, con su propia experiencia cotidiana, y es esa experiencia lo que priva. A ellos la universidad les sirve esencialmente para obtener el diploma que permite la estabilidad laboral, la mejora salarial y el acceso a la jubilación y otros beneficios.

4. Los incentivos son desfavorables al buen desempeño. Trabajar en una escuela oficial es ser parte de todo un sistema de incentivos que son desfavorables al buen desempeño. Las escuelas carecen de director y, en caso de estar presente, no dispone de herramientas para una gestión eficaz. Cambiar este sistema de incentivos es indispensable para mejorar el desempeño de los docentes.
El otro factor desencadenan te es la escuela. Se necesitan escuelas eficaces pero las escuelas oficiales son institucionalmente muy débiles:

En muchos casos (entre 40 y 55 por ciento de las escuelas en promedio) no hay directivos y las escuelas están acéfalas. En las es- cuelas en que sí hay directores, éstos carecen de la autoridad y de los instrumentos de gestión indispensables para dirigir adecuadamente la escuela.

PROPUESTAS PARA EL CAMBIO
Fortalecer la escuela y tener buenos docentes son factores estratégicos. Para actuar sobre ellos han sido diseñados programas detallados. Entre ellos cabe mencionar el “Acuerdo social para el desarrollo y la superación de la pobreza” {www.acuerdosocial.com).
Los programas se orientan a fortalecer las escuelas oficiales para que dispongan de mayor capacidad de producir valor agregado educativo, tal y como lo hacen muchas escuelas de Fe y Alegría. Éstas logran mejores resultados por poseer mayor capacidad de gestión, basada en la presencia de directores bien seleccionados y con mayor capacidad de acción sobre los procesos y resultados educativos de sus escuelas. Además, son escuelas con manejo responsable de su presupuesto y de su personal, gracias al convenio Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC)-Ministerio de Educación. Este convenio cubre los gastos de las escuelas con financiamiento público incluido en el presupuesto del Ministerio de Educación, otorgado anualmente a la AVEC; luego la AVEC es responsable de entregar el presupuesto a cada una de las escuelas pertenecientes a la asociación, bajo estrictas normas contables y de rendición de cuentas tanto administrativas como educativas.
Multiplicar este tipo de convenio para fortalecer un máximo de escuelas que atienden a poblaciones desfavorecidas es una prioridad. Lograrlo depende de que Venezuela llegue a un nuevo acuerdo social, que establezca nuevas reglas de juego para los actores educativos, especialmente para los gremios de docentes. Este tipo de acuerdo es viable en términos de financiamiento y de “costo político” porque los beneficios de las escuelas bajo convenio son los mismos que los de las escuelas oficiales, incluyendo la jubilación. El no haber construido el acuerdo que se requiere explica por qué no se han generalizado experiencias para que los beneficios de modelos eficaces probados se amplíen a un mayor número de alumnos pertenecientes a clases desfavorecidas2.

En cuanto a hacer más atractiva la profesión docente, los programas alternativos mediano y largo plazo. A mediano plazo es necesario incidir en la mejora de los docentes en servicio. Para ello se requieren programas que comprendan capacitación y seguimiento y apoyo directo de asesores pedagógicos en las escuelas y las aulas, acompañados de manuales variados de técnicas que ayuden a los maestros a mejorar su oficio.
A más largo plazo es necesario actuar sobre dos dimensiones de la docente: las condiciones de trabajo y la formación inicial. Actualmente ser docente empleado por el Estado o el sector público ofrecen beneficios relativos: poca exigencia para obtener un cargo, poca exigencia en el ejercicio cotidiano del oficio, sólida estabilidad laboral, vacaciones abundantes remuneradas, seguro social y HCM, y jubilación a los veinticinco años de antigüedad.
Como desventaja hay que señalar pésimas condiciones físicas y dotación de la mayoría de las escuelas, bajo sueldo (aunque con de duplicarlo trabajando 2 turnos, que en muchos casos, tampoco representa un ingreso suficiente), dificultades de acceso a las escuelas (alto costo del transporte, inseguridad en los barrios, etc.).
Cambiar los incentivos podría pasar por:
Mejorar el sueldo y las condiciones materiales de las escuelas.
Mejorar el clima institucional, asignando directores de alto nivel a cada plantel.
Diseñar sistema de premio y reconocimientos al buen desempeño. Poner en marcha programas de apoyo y de acompañamiento a las escuelas ya los maestros.
Como contrapartida, se aumentaría el número de años de servicio optar por la jubilación, y la estabilidad laboral estaría sometida a un sistema riguroso de evaluación del desempeño:


Los cambios en la formación inicial de los docentes pasarían por:
Disminuir la duración de los estudios universitarios de cinco a dos o tres años.
Establecer un sistema de oposición en el que también se beneficien las universidades cuyos egresados sean más destacados.
Promover cambios en los programas de estudio de las universidades, a través de un amplio debate nacional en el que participen profesores, estudiantes, egresados, expertos nacionales e internacionales, y padres y representantes de alumnos de las escuelas públicas.

Para lograr todo lo anterior, se necesita un acuerdo social amplio y complejo, diseños de programas específicos que pongan en marcha soluciones viables. Ambas cosas requieren claridad en las orientaciones y tener presente que los cambios no serán inmediatos, pero el progreso sí será visible muy rápidamente.
No fue posible por razones de espacio abarcar otras transformaciones también necesarias como la eficiencia de la administración educativa, la descentralización y el fortalecimiento de las instancias estadales y municipales del sector educativo.

BIBLIOGRAFÍA
GONZÁLEZ, Lissette. (2000). “Deserción escolar y exclusión juvenil en Venezuela”. Trabajo de ascenso, Escuela de Sociología, UCAB, mimeo.
HERRERA, Mariano (coord.). (2000). Los maestros en Venezuela: diseño de carrera e incentivos institucionales. IIES-UCAB/CICE/Avina, julio 2000, Caracas.
HERRERA, M. y M. LÓPEZ (1996). La escuela eficaz, Cinterplan/CICE, Caracas.
LÓPEZ, Marielsa. (2000). “La identidad profesional de los docentes a partir de su práctica pedagógica”, en Ponencias del Seminario: “Identidad profesional y desempeño docente en Venezuela y América Latina”. Caracas, UCAB, 15 y 16 de junio, mimeo.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN. Memoria y Cuenta, varios años.
RIUTTORT , Matías. (2003). Ingreso, desigualdad y reducción de la pobreza, UCAB, Caracas.


lunes, 21 de enero de 2013

La escolaridad según el gobierno

Publicado en el diario Tal Cual el lunes 21 de enero de 2013.

Por: Mariano Herrera

La Ministra Maryann Hanson declaró el 15 de enero, día del maestro, que el índice de escolaridad de la población venezolana aumentó en los últimos 14 años. Hanson afirmó que, en 1999, los venezolanos estudiaban hasta quinto grado de educación básica, y ahora, en cambio, alcanzan el tercer año de bachillerato. No se puede saber si está mal informada o si ya no importa decir cualquier cosa con tal de hacer propaganda política. Porque según cifras del SISOV, el número de años de escolaridad promedio de Venezuela el último semestre de 2011 es de 9,4. Y según las mismas cifras oficiales en el año 1.999 el promedio de años de estudio era de 8,2. Es decir, que el aumento es de 2 grados de estudio en 14 años. No de 4 como afirmó Hanson. En la Venezuela de la democracia representativa, el promedio de años de escolaridad en 1.960 era de 2,5 años. Ya para 1.974 era de 5,4. Es decir que en esos 14 años los logros fueron muy superiores a los de la era “revolucionaria”. El promedio de aumento es 1 año de estudios cada 10 años calendario. Ese es el mismo promedio de aumento que se observa entre 1.960 y 2.012.
Que la mayoría de la población alcance 9° grado es una buena cosa, pero es insuficiente. 9 grados era la escolaridad obligatoria de la Ley Orgánica de Educación de 1.980. Se está logrando 33 años después de promulgada. Es como mucho tiempo.
Por otro lado, ya hace 14 años que se aprobó la Constitución de 1.999 que establece la obligatoriedad del bachillerato. Es decir, a partir de 1.999, todos los alumnos matriculados en primer grado deberían egresar como bachilleres 11 años más tarde. Si bien en Venezuela no existe información acerca del número de bachilleres que egresan cada año, la tasa de escolaridad de ese nivel es de poco más de 60% según cifras oficiales es decir, 40% de los alumnos que viene cursando estudios abandona los estudios antes de ser bachilleres.
En todo caso, es normal que en un país la educación progrese con el tiempo. Pero Venezuela no está a la vanguardia de las mejoras educativas en América Latina. Por encima de nosotros están Uruguay, Colombia, México, Brasil, Cuba y Chile. Ningunos de esos países ha tenido los ingresos que ha tenido Venezuela en estos 14 años. De modo que sí, ha habido un avance. Pero tendría que haber sido mucho mayor por los ingresos y por la propaganda y la agitación que el gobierno promueve permanentemente con sus auto-alabanzas sobre el tema educativo. Una vez más la agitación y propaganda difunden mensajes oficiales muy alejados de la realidad y muy engañosos. Una vez más, como en tantos otros temas, el gobierno maneja las estadísticas, la información, en forma poco seria y nada transparente. En el caso que nos ocupa, ni siquiera verificaron las cifras oficiales.
Po otro lado, en educación la desigualdad es un problema muy grave. Y, aunque no disponemos de cifras, se sabe que entre el 10% más rico estudia 5 años más que el 10% más pobre. La diferencia es de estudio es de 5 años. Se debe a la desigualdad en la calidad de la educación que perjudica siempre a los más pobres. Y la calidad es un concepto totalmente ignorado y despreciado por estas autoridades educativas.

domingo, 20 de enero de 2013

¿La educación es un problema?

Publicado en Últimas Noticias el 20 de enero de 2013

Por: Mariano Herrera

Es un lugar común  afirmar que la educación es una solución para muchos de los problemas de Venezuela y por eso es indispensable mejorar su calidad. Ahora bien, las encuestas de opinión muestran que la educación no figura entre los principales problemas de los venezolanos. Incluso algunos estudios parecen indicar que alumnos y familias están satisfechos con lo que les ofrece el sistema educativo. De hecho, la educación no parece influir, por ejemplo, en las elecciones. Las diferencias entre las políticas educativas entre estados, no parece haber impactado, al menos en las elecciones regionales.
No obstante, existe un severo deterioro, observable en lo poco que aprenden los alumnos, la pérdida de valor de los diplomas, como el bachillerato, que ya no significa mucho para los empleadores y tampoco garantiza dominio de las exigencias universitarias. Evaluaciones nacionales e internacionales no nos dejan bien parados. Y, si nos atenemos al comportamiento ciudadano, la convivencia, el respeto al otro, la honestidad individual, los resultados no parecen mostrar mejoras en los últimos 40 años. Cabe preguntarse entonces, si las investigaciones nacionales e internacionales reflejan graves problemas en la calidad de la educación, ¿qué es lo que tiene tan satisfechos a los venezolanos? 
Aquí caben muchas hipótesis. Una de ellas es que otros asuntos sociales, como la inseguridad, el desempleo, el alto costo de la vida, ocultan todo lo demás. También puede ser que la propaganda política y los beneficios de las misiones educativas tengan impacto en esa percepción positiva. Puede pensarse que para los sectores más desfavorecidos, (estratos D y E), que son mayoría, el hecho de que haya escuelas con alimentación, con todo y sus fallas, es bien percibido. Menos fácil es saber cómo está la calidad de la educación.
De modo que puede también deberse a que el problema no es visible. Como muchas enfermedades, no se ven si no se hacen exámenes. No hay síntomas cotidianos que alerten. Corresponde a líderes y responsables institucionales, poner el termómetro y mostrar los resultados. Sin esa información, nadie sabe si hay enfermo ni qué enfermedad lo aqueja. Y, ¿quién se preocupa por alguien que no se sabe que está enfermo? El gobierno actual nunca se ha preocupado por evaluar el sistema, los aprendizajes tanto en relación con conocimientos como con valores. Es como si un adulto cincuentón con síntomas de cansancio y dificultades para respirar, no se haga nunca ningún examen médico. Es una negligencia que puede tener severas consecuencias. ¿Por qué el gobierno nunca se ha preocupado por evaluar el sistema educativo ni el nivel de los aprendizajes de los alumnos? Porque el dogma ideológico dicta que eso sería someterse a los valores burgueses y a la dominación de la ciencia capitalista. Es una inmensa negligencia política con consecuencias sociales muy severas. Consecuencias que no afectan a los actuales responsables. Pero sí a los alumnos y a toda la sociedad.

jueves, 10 de enero de 2013

Líderes


Publicado en el diario Tal Cual el lunes 7 de enero de 2.013

Los directores de escuelas y colegios tienen muchas funciones y responsabilidades profesionales e institucionales. Una de las que más suena es la de ser líderes.  Líder significa guía, orientador, piloto. Un guía debe saber hacia dónde se dirigen él y sus seguidores, para qué quiere ir hacia allá, y cómo se llega. Por ejemplo, si tomamos el caso sencillo de un piloto de avión, él tiene que saber cuál es el destino, que va hacia allá porque todos sus pasajeros desean ir allá y compraron un pasaje con ese objetivo. Pero también tiene que saber cuál es la ruta.  La más rápida, la más segura. Si sus seguidores, es decir los pasajeros una vez el avión en vuelo, le dijeran que va muy alto o que va desviado que ellos quieren ir más bajo y más cerca de la montaña, ¿qué tiene que hacer él? ¿Complacerlos porque el cliente manda o porque hay que guiarse por las encuestas? Pues no. El piloto es el responsable de cumplir con una ruta o un itinerario y con las normas de vuelo seguro en términos de altitud, velocidad y puntos de referencia para reportarse, entre otras.
Lo mismo sucede con  los directores de escuelas. Tienen que promover la participación y la opinión de sus colegas docentes, de su comunidad educativa y de sus alumnos. Pero también tienen la responsabilidad de hacer llegar la nave a buen puerto. No es porque los alumnos quisieran más vacaciones que va a dar días libres, o porque los docentes consideran que deben trabajar menos horas a la semana o que la comunidad considera que no es necesario que en nuestros días aprendan álgebra, que les va a hacer caso. Existen programas, normas, calendarios y horarios que se deben cumplir obligatoriamente. También existen métodos y técnicas profesionales que deben ponerse en práctica para que la ruta, es decir, el aprendizaje de los alumnos, se logre con eficacia y calidad.
Ser líder en una escuela no es sólo saber escuchar para decir o hacer los que los demás quieren oír o imponer. Ser líder es saber guiar hacia un destino, convenciendo a los seguidores acerca de la conveniencia de llegar y la mejor manera de hacerlo. Muchas veces esa orientación significa ir en contra de los que los seguidores claman o exigen. Para eso hay que tener clara la misión o el destino, dominar bien la ruta, hacer ver sus cualidades y disponer de competencias que le permitan innovar y tener iniciativas que mejoren las condiciones actuales de sus seguidores.
Lo anterior se aplica a todos los líderes, incluso lo políticos y candidatos a la presidencia de la república. No basta con guiarse por encuestas o aclamaciones de seguidores o del “pueblo”. Un buen líder, entiendo yo, guía, orienta y convence, muchas veces en contra de la corriente. Para ello debe quizás cumplir con  tres condiciones: Oír y conocer bien a sus seguidores o a su pueblo. Aprender de los que conocen y tienen buenas ideas y aportan con fundamento. Y tener claro el destino o la misión que debe cumplir. Los educadores son líderes. Los líderes también deben ser educadores.
A todos los líderes y sus seguidores, les deseo que 2013 les traiga muchas alegrías y satisfacciones.