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domingo, 21 de julio de 2013

Ni alumnos ni profesores quieren ir a la escuela

Por: Mariano Herrera

La situación educativa venezolana atraviesa una crisis muy grave. La más visible es la universitaria, cuando las universidades de mayor tradición y prestigio se ven obligadas a tomar medidas ante el gobierno que parece despreciar el saber y la experiencia académica e histórica de nuestro país.
Pero la crisis educativa es quizás más grave en otros niveles educativos. Hace varios años que alumnos y profesores no quieren asistir a la escuela o al liceo. Los porcentajes de inasistencia de los alumnos son alarmantes. Tenemos cifras que nos indican en 5 estados de Venezuela, al menos 35% de los alumnos falta una vez a la semana. En algunos casos, hay alumnos que no van a la escuela sino una o dos veces por semana. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué los alumnos dejan de ir a la escuela? ¿Por qué las familias, madres padres o abuelos, no les parece importante que el niño vaya todos los días a clase? ¿Por qué esto no es una preocupación para casi nadie? Conversando estos asuntos con amigos estudiosos del tema, coincidimos en que es algo relativamente nuevo y muy grave. Muy grave, obvio. Nuevo porque, hace pocas décadas, la escuela era un valor para la sociedad, ricos y pobres se esforzaban mucho por enviar a sus hijos a la escuela, haciendo importantes sacrificios, sin esperar nada a cambio: No hacía falta que la escuela diera comida ni becas para que todos se esforzaran por enviar a los niños a estudiar.
Las razones pueden ser muchas. Podría pensarse que la pobreza es de tal magnitud, que es indispensable que los niños, desde muy corta edad, empiecen a trabajar para ayudar a sus familias. Pero los datos oficiales de Trabajo Infantil (TI) en Venezuela indican que esa no es la razón. El TI en Venezuela no afecta a tantos niños y empieza a ser visible después de los 11 ó 12 años de edad, en proporciones inferiores a muchos países de América Latina. Además, el propio gobierno se vanagloria de que ahora hay comida y eso es un logro de la revolución. Pero ni eso hace que mejore la asistencia de los alumnos. ¿Por qué se ha perdido el valor de la escuela entonces?
Parece que la cosa va por el lado de la calidad. Si las escuelas no responden a las expectativas, la respuesta no será explícita, en forma de críticas abiertas por parte de las familias. Parece más bien que la protesta es esa: Indiferencia o peor, decepción. La escuela desilusiona. Y si vemos los índices de absentismo de los docentes, señalado por directores éticamente orientados, parece que a muchos docentes tampoco les gusta ir a la escuela. Con frecuencia hay suplentes en muchas aulas. ¿Por qué no les gusta la escuela a los docentes tampoco? Hay más: no hay suficientes profesores de materias científicas en los liceos. ¿Por qué nadie quiere ser profesor?

El gobierno actual está en su 15° año de gestión del Estado. Todo lo que está sucediendo hoy es consecuencia de sus políticas educativas. No puede culpar a más nadie. Y lo peor es que esas políticas tienen consecuencias invisibles a corto plazo. Pero la pagarán los actuales alumnos de primaria y secundaria y la sociedad en pocos años. Habrá más desigualdad social, menos oportunidades para los más pobres. De eso no hay duda. Y la culpa sí la tienen los responsables de las políticas educativas de los últimos 15 años.

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