Publicado en Tal Cual el lunes 8 de julio de 2013
Por: Mariano Herrera
En Venezuela, uno de los
problemas de fondo de la sociedad es el incumplimiento de leyes y reglamentos.
La mayoría de los venezolanos comete infracciones de tránsito a diario, paga
gestores para evitar trámites administrativos, soborna policías cuando comete
infracciones, tolera pequeñas y grandes acciones de corrupción administrativa,
acepta el uso del clientelismo político y el tráfico de influencias, trampas y
hasta fraude en diversas elecciones de cuerpos o asociaciones, y hasta en las
elecciones presidenciales. Ese comportamiento es común a todos los estratos
sociales.
La falta de respeto a leyes y
reglas sociales afecta la convivencia y genera muchas distorsiones y la
problemática ha llegado al nivel de producir excesiva violencia en la calle con víctimas
mortales diarias y, una impunidad muy frustrante para la mayoría, víctima de la
delincuencia y de la ausencia de aplicación de normas y leyes. De modo que
existe una violencia física reflejada en agresiones, robos, asesinatos,
secuestros, hurtos y demás, por un lado y, por otro lado una violencia
simbólica, reflejada en los abusos e infracciones permanentes que generan
desigualdad y privilegios injustos, por la aplicación arbitraria de reglas y
normas no explícitas, pero que, estando en uso, se convierten en las que rigen
en la práctica, a la sociedad. No obstante, son reglas que atentan contra la
convivencia por su violencia física o simbólica.
Hay quienes piensan que eso no
cambia hasta que la sociedad no cambie. Pero ¿quién puede hacerla cambiar? Yo
pienso que la escuela. La escuela se debe parecer a la sociedad que queremos pero
que todavía no tenemos. Por eso en ella se deben poner en práctica
comportamientos de convivencia democrática que no existen en la sociedad. La
educación escolar debe promover “0” tolerancia
a la falta de respeto a normas, para que los alumnos egresen, en primer lugar, con
una cultura que les impida aceptar esos comportamientos, y, también, dotados
con herramientas para una conducta respetuosa de normas y congruente con la
democracia y el pluralismo de ideas políticas, religiosas, etc.
Podría decirse que el
comportamiento irrespetuoso de normas de convivencia es producto de la
socialización, entendiendo por socialización la educación no intencional y cuya
transmisión no responde a objetivos educativos explícitos sino a usos y
costumbres no escritas, pero sí imitadas por la mayoría. La educación escolar
es, en cambio, una transmisión de valores y conocimientos que se hace de manera
intencional. La educación existe porque se parte del principio de que una
sociedad podría cambiar sus propios usos y costumbres no deseables, gracias a
la acción educativa escolar. Y también para alcanzar objetivos deseables como
la conciencia ambiental, la tolerancia y la educación sexual para prevenir
embarazos precoces y no deseados, por ejemplo. Pero hay que estar convencidos
de que la escuela es para eso y que es posible. Y también hay que asegurarle a
la escuela los medios para lograrlo. Porque si la socialización sigue
imponiéndose, nada mejorará.
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