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lunes, 17 de febrero de 2014

La calle y 12F


Por: Mariano Herrera

Ayer 12 de febrero fuimos a la marcha convocada por los estudiantes. Llegamos temprano y todo fue alegría en Plaza Venezuela, con familiares, amigos, conocidos y desconocidos. El ambiente era de mucha alegría y, en mi caso, de alivio, al ver que la convocatoria había sido atendida masivamente y costaba moverse y caminar hacia cualquier lado.
Cuando empezaron a hablar en la, relativamente pequeña tarima, hubo algo de tranquilidad y de satisfacción. Los estudiantes hablaron con firmeza y al mismo tiempo serenidad, animando a quienes ahí estábamos. Y eso fue bueno porque, sin duda, la inmensa mayoría venía de pasar semanas de desánimo y de participar en conversaciones con ambiente casi de depresión colectiva, en muchísimos casos acerca de cómo hacer para irse del país o enviar al menos a los hijos afuera. Porque el país se veía negro, o como esos días nublados con poca visibilidad, húmedos y con las nubes aplastando al mundo.
El ambiente y la marcha fueron pues una inyección de ánimo y de sensaciones que parecían compartidas, al menos por las caras y las expresiones de los que nos rodeaban. Por eso, cuando poco más de 2 horas después de haber regresado a casa, oigo que hay muertos y que la violencia se había instalado al final de la marcha, estaba seguro de que eran falsos rumores. No era posible para mi entendimiento, asociar aquellas sensaciones y el recuerdo del ambiente de la marcha, con violencia y menos con muertes. Pero lamentablemente sí era cierto.
La calle pues como expresión de la protesta y el descontento terminó inscribiéndose en el guión del gobierno. Ahora vendrán las falsas acusaciones contra los organizadores y los líderes emblemáticos y toda la confusión acerca de los que iniciaron y los responsables de que la calle haya generado violencia. Cuando este artículo se publique ya habrán pasado muchas cosas: políticos arrestados, escaramuzas de protesta reprimidas y quién sabe qué más. ¿Le sirve esto al gobierno? Sí, para quitar el foco sobre la escasez, la inflación y la inseguridad y acusar a la oposición política de lo de siempre: fascista, golpista, lacayos del imperio.

Hay que defender el derecho a la protesta aún cuando sea una protesta solo de la clase media. Hay miles de razones para protestar. Pero también hay que saber varias cosas: la calle no es una agenda virgen. La calle puede ser dominada más fácilmente por el gobierno que por los que protestamos. Y eso fue lo que pasó ayer. La ausencia sospechosa de policías confundió a muchos. Pero al final una magnífica marcha alegre y pacífica terminó manchada y, seguramente, será el inicio de una serie de acciones represivas y de imposiciones autoritarias. Porque esa es la conducta de un gobierno anti-democrático y que desprecia las libertades individuales y en especial la libertad de conciencia y la libertad de expresión. Ahora bien, ¿qué hacer? Quizás empezar por superar ese “nosotros” y “ellos”. Es necesario aislar el “ellos” y que sólo se refiera al gobierno y que en el “nosotros” quepan también todos los chavistas víctimas del gobierno que todavía no protestan. Ese es un trabajo de calle, pero en otras calles.

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