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lunes, 10 de diciembre de 2012

Anomia y regla de oro


Publicado en Tal Cual el lunes 10 de diciembre de 2.012

Por: Mariano Herrera

Nuestro país vive en anomia, porque sus ciudadanos carecemos de prácticas de convivencia basadas en normas respetadas por todos. Se infringen normas de tránsito, se trasgreden normas de buen trato. Los peatones y usuarios de transporte público ensucian las aceras y las calles con basuras diversas. Abundan fiestas ruidosas y personas que no conversan para compartir con personas cercanas, sino que lo hacen en voz alta para que todos oigan y llamar la atención, no sé muy bien para qué.
Los policías no hacen respetar ninguna ley y, muchas veces, por el contrario, son los primeros en cometer todo tipo de infracciones o se dedican a proteger a los infractores. En particular he presenciado caravanas de entierros de motorizados que circulan por autopistas atravesando todos los vehículos en forma de “S” de lado a lado de las vías, acompañados por policías que parecían escoltarlos y protegerlos de todos los que estábamos siendo víctimas de semejante abuso.
Pero existen países donde infractores y abusadores son mal vistos por el resto y, cuando la falta es grave, intervienen las autoridades y hacen cumplir la norma, llegando a la aplicación de sanciones que pueden ser muy severas.
¿Qué hace la diferencia? ¿Cómo se llega a ser una sociedad que respete las normas y no tolere ni el autoritarismo ni el laissez-faire laxista? Muchos responden: “Es un asunto cultural, nosotros somos así”. Si aceptáramos esta respuesta, no habría solución al problema.
Si planteamos que la solución es la educación, es necesario definir bien lo que entendemos por la educación. Porque ese comportamiento individual -que se vuelve colectivo cuando es el de la mayoría-  educa a los nuevos miembros de la sociedad, niños y jóvenes, que reciben esos valores negativos, mediante una educación espontánea que es la socialización. De modo que tendría que haber “otra” educación. Y la hay: la que se da en las escuelas. Las escuelas tienen que educar, y parte importante de esa “otra” educación, no socializadora, significa proteger a los niños y adolescentes de esa anomia que se vive en la sociedad fuera de la escuela. Esa protección es una ruptura con la cultura, si la cultura es la de la anomia. La escuela debe lograr que los alumnos no toleren la falta de normas, la ausencia de higiene y de respeto por el ambiente, la “viveza”, es decir las pequeñas trampas y deshonestidades cotidianas. La escuela tiene que funcionar al revés que la sociedad actual. Y así, cuando los alumnos sean educados como ciudadanos, producirán una sociedad responsable, con personas capaces de respetar al otro y aplicar la “Regla de Oro” que reza así: “Nunca hagas lo que no te gusta que te hagan a ti. Y trata a los demás como te gusta que te traten a ti.”
Pero sólo una educación de calidad podría producir ciudadanos que acaben con la anomia de la sociedad y sean capaces de vivir bajo la “Regla de Oro”. Y esa educación no es prioridad de este gobierno. Pareciera más bien que la desprecia.

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